Con tantas fiestas, campeonatos de tortillas y actividades varias, el invierno se está yendo sin sentir (al menos como estación meteorológica ), y yo sin colgar las recetas del producto que he elegido como producto de temporada, que en este caso va a ser la espinaca: y es que esta verdura de origen oriental, ocupa un lugar destacado en Occidente, convirtiéndose en una de las verduras más extendidas por su facilidad de cultivo y su versatilidad en la cocina.
La espinaca (Spinaca olaracea) es una planta de la familia de las amarántaceas, al igual que la remolacha y las acelgas, de ella se come principalmente las hojas (de forma ovalada, textura tersa y de color verde intenso), así como parte del tallo.
La espinaca se empezó a cultivar en Asia central (antigua Persia), donde recibía el nombre de esfenaj, llegando a la península ibérica a través de los árabes hacia el siglo XI y se extendió por Europa hacía el siglo XV. En la actualidad es la segunda hortaliza de hoja más importante después de la lechuga, su éxito se debe al buen resultado al conservarla congelada, ya que apenas pierde sabor ni nutrientes y mantiene sus propiedades organólepticas en buena parte de las aplicaciones de cocina.
Las espinacas aportan gran cantidad de vitaminas y minerales, siendo sin embargo la A y la C las que más están presentes en esta verdura, y el mejor modo de aprovecharlas es comerlas en crudo.
En cuanto a su aporte calórico, es mínimo: 100 gramos aportan solo 16 calorías. Tampoco tienen colesterol, ni grasas por lo que se hacen imprescindibles en las dietas de adelgazamiento.
A la hora de comprarlas, hemos de adquirir aquellas con las hojas de un color más luminoso, parejas y de un verde intenso, desechando los manojos con hojas marchitas, porque las espinacas son muy delicadas y pueden pudrirse rápidamente. Una vez cocinadas su consumo tiene que realizarse en las 24 horas siguientes.
Una buena forma de conservar las espinacas en crudo es introducirlas en una bolsa de plástico perforada o envuelta en un plástico de conservar los alimentos, de este modo se pueden conservar al menos de manera adecuada durante dos semanas. Además la espinaca es una verdura que tolera muy bien la congelación, por lo que, tras un escaldado previo, se puede mantener en el congelador durante más de un año.
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